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Gestión del estrés y alimentación

Actualizado: 28 oct 2021

El estrés es una reacción fisiológica ancestral relacionada con nuestra supervivencia.

El estrés se pone en funcionamiento cuando detecta un peligro o una amenaza para nuestra vida y pone en marcha una serie de reacciones fisiológicas y hormonales para prepararnos para huir, paralizarnos o atacar y de esta forma mantenernos a salvo. Esta reacción, fue muy útil durante toda nuestra existencia como humanos ya que nos permitió defendernos y protegernos de ataques, enfermedades y otros peligros, pero en la sociedad actual, está suponiendo un grave problema.


¿Por qué?

Porque nuestro entorno es muchísimo más seguro objetivamente pero nuestros mecanismos biológicos siguen siendo los mismos y lo que percibimos como una amenaza también ha cambiado: una bronca del jefe, una multa, las notas de tus hijos, el desempleo…

Son `nuevas amenazas’ a lo que nuestro cuerpo responde como si de un león se tratase, tensando nuestros músculos, acelerando nuestra respiración y corazón, provocando transpiración…

El mayor inconveniente es que el estrés está biológicamente programado para amenazas PUNTUALES y actualmente lo que consideramos amenazas, pueden alargarse durante meses, días e incluso años.


¿Cómo afecta esto a nuestra alimentación?

En un estado permanente de miedo, ansiedad, preocupación… Nuestro cuerpo mantiene una serie de cambios fisiológicos y hormonales que afectan a nuestro apetito, saciedad y digestión y nos hace más vulnerables a sufrir:

  • Problemas en la regulación de la glucosa en sangre: El cortisol, principal hormona del estrés, propicia la liberación de glucosa en sangre para mantenernos listos para ese ataque/huida de la amenaza. Además de problemas de hipo/hiperglucemias, a largo plazo puede producirse resistencia a la insulina y derivar en problemas metabólicos.

  • Regulación del hambre: Los estados permanentes de ansiedad, unidos a los problemas en la regulación de la glucosa, puede hacer que comamos de manera más desorganizada y alimentos más calóricos ; así como favorecer la ingesta hedónica para regular las emociones.

  • Problemas digestivos: El estrés influye en la secreción de ácido clorhídrico en el estómago (responsable de la acidez del estómago necesario para digerir los alimentos y eliminar microorganismos): provocando dolor, digestiones difíciles y haciéndonos más propensos a la acción de microorganismos.

  • Problemas intestinales: Estreñimiento/diarrea que afectan a la absorción de agua y nutrientes y nos causan malestar

La gestión del estrés es un pilar fundamental para una buena salud metabólica y alimentaria. Algunos consejos son para gestionarla son:

  • Práctica de ejercicio físico: Favorece la regulación de la glucosa, nos ayuda a sentirnos y dormir mejor, mejora la motilidad intestinal.

  • Buscar momentos de relajación: practicar respiraciones, mindfulness…

  • Psicoterapia: En aquellos casos en los que el estrés nos está afectando demasiado a nuestra vida diaria o es sostenido en el tiempo, es recomendable acudir a un profesional que nos ayude a recanalizar la situación

  • Alimentos antinflamatorios/fáciles de digerir y densos nutricionalmente: En este estado debemos intentar no ‘echar más leña al fuego’ con alimentos muy calóricos, difícil de digerir suponiendo un esfuerzo adicional a nuestro sistema digestivo y optar por alimentos que cuiden nuestra microbiota intestinal y nuestro sistema inmune.

  • Si estamos llevando a cabo un cambio de hábitos, este debe ser progresivo e individualizado para evitar que sea otra fuente de estrés en nuestra vida



Si sufres de estrés y estás notando que está afectando a tu salud, debe ser tenido en cuenta como un factor más a mejorar y gestionar en el cambio de hábitos. Recuerda que en nuestra alimentación influyen muchos factores y el estrés es uno de ellos, no debemos pasarlo por alto y debe ser parte de nuestro plan nutricional.”


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